domingo, 26 de noviembre de 2017

De quién se viste por los pies

Decía Ray Loriga que la memoria es como un perro: le tiras un palo y te trae cualquier cosa. 
Cuando era pequeña siempre era la primera en levantarme. Igual que ahora. Fueran las 7, las 6:30, las 7:20. Si abría los ojos y entraba una pizca de luz por la persiana me levantaba.
Lo primero que hacía era ponerme los zapatos, con pijama y todo. Entre semana llevaba las bambas de mis primos así que el fin de semana podía ponerme los únicos zapatos que tenía. Me hacía tanta ilusión que saltaba de la cama e iba a buscarlos, guardados en su caja con su papel blanco encima. Unos zapatos azul marino de punta redonda y hebilla al lado. 
Me encantaba el "clac, clac" que hacían las suelas al tocar el suelo.
Así me sentaba en el sofá a ver dibujos hasta que mi madre, al poco rato, venía a preparar el desayuno y me encontraba en pijama, con las gafas llenas de huellas de dedos y los zapatos puestos, impecables. 

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